domingo, 1 de noviembre de 2009

Punta Rasa II

Punta Rasa es uno de esos pocos lugares en el mundo donde se da un curioso fenómeno: el sol sale sobre el mar y se pone sobre el río. Y todo este espectáculo puede verse desde la lengua de arena que recibe el nombre de Punta Rasa y que se interna en el agua para convertirse en el extremo sur de la bahía de Samborombón y en el extremo norte del cabo San Antonio, justo donde se confunden el río con el mar. Este lugar, donde el viento sopla prácticamente todo el año, tiene el privilegio de contar con gigantescas concentraciones de aves de distintas especies en migración, que llegan desde lugares del hemisferio norte -como Alaska, Canadá o la Península del Salvador- para descansar, engordar y seguir viaje hasta Tierra del Fuego, desde donde inician la vuelta con la llegada del otoño.
Entre estas aves, se destacan chorlos, gaviotas, golondrinas, lechuzas, picaflores, carpinteros, horneros, tijeretas, calandrias, zorzales, siete colores, cardenales y muchas otras que llegan en enormes bandadas y que posan en Punta Rasa antes de continuar su extraordinario viaje. Este fenómeno ha convertido al lugar en el centro de atención de los más destacados naturalistas y ornitólogos del mundo. Cada primavera, estudiosos provenientes de Europa, especialmente Alemania, y de Estados Unidos llegan a la zona con teleobjetivos y otros instrumentos para aportar su granito de arena a la misteriosa causa de las migraciones, tema que tanto ha desvelado a la ciencia. Quizás por ello no es de extrañar que junto al faro San Antonio, la Fundación Vida Silvestre ha dispuesto una estación biológica cuya misión es estudiar las especies, mediante procedimientos que comprenden el conteo y anillado, además de proteger el lugar de las incidencias que ocasiona el hombre a veces sin siquiera notarlo.
La conciencia ecologista ha comenzado a afianzarse en nuestro país y la contemplación de estas hermosas aves marinas puede ser el punto de partida para que grandes y chicos incorporen los valores que las políticas de estado de cada país deben fomentar entre sus ciudadanos: el amor a la tierra, al aire, al mar y a los seres que allí se cobijan. Pero más allá de los aspectos científicos, la presencia de grupos de hasta mil quinientas aves se convierte en un espectáculo inolvidable que nos invita a soñar con ser uno más de la bandada y unirnos a uno de esos fascinantes vuelos de miles de kilómetros. Un sueño del hombre que, aunque pasen los años, seguirá vivo por siempre.

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